Historia

Adriano
El emperador viajero


Adriano (117-138) sucedió a su compatriota, el emperador Trajano. Adriano es considerado por la Historia actualidad como un gran político que destacó por romper con la política expansionista de su antecesor, ha dejado además una imagen de filosofo estoico y de gran intelectual filoheleno, el cual después de participar en numerosas guerras se convirtió a los encantos de la paz. Pero también fue considerado en otros tiempos por los historiadores como un tirano. 

Esta doble imagen es la que hace que sea tan difícil y complicado hablar de él, Adriano fue un gran intelectual con una insaciable búsqueda de conocimiento y un gran pacifista (aunque este término sea anacrónico para su época) pero a su vez no tuvo grandes problemas para acabar con los que se interponían en su camino. Y aunque fue un gran intelectual y conocedor de numerosas culturas según nos cuenta Casio Dión intento prohibir a los judíos practicar la circuncisión, un paso fundamental en la religión judía. Estos son pequeños ejemplos de sus grandes errores, los cuales parecen estar llevados a cabo por personas totalmente ajenas al emperador.

Casio Dión dejó estas palabras sobre el final de Adriano: “ Adriano fue odiado por la gente, a pesar de haber sido en general un excelente soberano, debido a los asesinatos que cometió al comienzo y al final de su reinado, pues fueron injusto e impíos.”  

Se puede resumir que Adriano fue un gran hombre con numerosas e incluso constantes contradicciones que han llevado a que sea tan sumamente difícil definir tanto su persona como su reinado


Adriano también es conocido como el emperador viajero, pues pasó la mayor parte de su gobierno fuera de Roma aunque al contrario que sus predecesores sus viajes no se debieron a cuestiones militares sino a la búsqueda de un mayor conocimiento de sus dominios y con ello también un conocimiento más amplio de sus problemas.

En lo referente a su gobierno el abandono de las políticas de Trajano sumado a los rumores que circulaban por Roma sobre su adopción, fueron la semilla de una conspiración organizada por cuatro importantes senadores, conocida como “el asunto de los cuatro consulares” que fueron ejecutados durante los primeros meses del reinado de Adriano, arrojando así una sombra sobre su reinado, aunque Adriano siempre aseguró no haber ordenado esas muertes.
Adriano reacciono con un derroche de generosidad hacia la plebe buscando así su apoyo ya que la élite romana después de este suceso desconfiaba de él. 

Poco tiempo después iniciaría una primera gira, fundamentalmente por la parte occidental del imperio pero pronto la atención del emperador se centraría principalmente en el Este.

El emperador en su amor por lo griego intento helenizar a los judíos o por lo menos esa es la única razón que se nos ocurre para que Adriano prohibiese la circuncisión e intentase convertir la arruinada ciudad de Jerusalén en una colonia denominada Elia Capitolina, con un templo a Júpiter (o Zeus) que se levantaría sobre el Santa Sanctórum.
Sin ninguna duda estas medidas fueron un gran error, que provocaron una sublevación que concluyó en una gran guerra, conocida como la Guerra de Bar Kokba o la Segunda Revuelta Judía. Esta fue una guerra sangrienta que mantuvo en tensión al imperio durante los tres años que duró.

A los veinticuatro años Adriano se caso con una pariente lejana de Trajano, su sobrina nieta, Sabina. Este fue un matrimonio sin amor y no llegaron a tener hijos. Aunque por lo que se sabemos sobre Adriano, este mostró más interés por los hombres que por las mujeres; llegando a enamorarse intensamente en alguno de sus numerosos viajes de un joven bitinio, llamado Antínóo. La muerte de este joven, ahogado en el Nilo, causo un gran dolor en el emperador, que declaró al joven dios.

A su vuelta a Roma en 134, su salud era ya muy precaria por lo que ya en 136 se decidió a nombrar a un sucesor y adoptó como hijo y heredero al senador, L. Ceyonio Cómodo a quién dio el nombre de Lucio Elio César. Esta elección resulto desconcertante y la elite pareció no estar muy de acuerdo con ella. Este desacuerdo con Adriano llevó al trágico final de su sobrino nieto, Pedanio Fusco que tuvo una reacción airada y fue ajusticiado y el abuelo de este y cuñado de Adriano, Julio Serviano fue obligado a suicidarse.
Después de todos estos desgraciados sucesos, el elegido por Adriano murió y el emperador se vio obligado a buscar otro sucesor.
La nueva elección de Adriano fue mejor aceptada, escogió a un hombre de edad madura, Aurelio Antonio, al que obligo a adoptar al hijo de Elio César y a Marco para asegurar así la sucesión.

Pero las muerte de Fusco y Serviano además de las de algunos otros opositores marcaron para siempre el reinado de Adriano, lo que llevó a que este alcanzara altos niveles de impopularidad sobre todo en sus últimos días. Una de las mejores muestras de esto es  que en un primer momento sus restos fueron enterrados cerca del lugar donde falleció, Y fue Antonio el que tuvo que apelar al Senado para conseguir su apoteosis.

Es cuanto a la apariencia física del emperador y a su forma de ser, las fuentes antiguas nos han dejado una pequeña idea de cómo podría ser.
En cuanto a su forma física los textos lo describen como una figura alta e imponente además de con una magnífica forma física. Era un hombre elegante, el cual, se rizaba el pelo y mantenía su barba siempre bien arreglada y sus ojos debían de ser brillantes y penetrantes.
En lo referente a su forma de ser decían que era un hombre de trato agradable y que poseía cierto encanto. Numerosos textos destacan que se mezclaba fácilmente con sus súbditos. Pero su insaciable búsqueda de saber y su deseo de sobresalir debieron hacer de él una persona incómoda para sus conocidos.
El biógrafo de la Historia Augusta resumía así su carácter “Fue al mismo tiempo de ánimo severo y alegre, afable y riguroso, desenfrenado e irresoluto, avaro y liberal, pronto a fingir y disimular, cruel y violento, y siempre, en todo, inconstante.”


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